domingo, 18 de octubre de 2009

La Escuela Neoclàsica

ESCUELA NEOCLÁSICA (ECONOMÍA)
http://es.wikipedia.org/wiki/Escuela_neocl%C3%A1sica
De Wikipedia, la enciclopedia libre
La escuela neoclásica es un enfoque económico basado en el análisis marginalista y el equilibrio de oferta y demanda. Entre los neoclásicos modernos puede distinguirse, entre otros, a los nuevos clásicos (muchos de los cuales son partidarios del monetarismo) y los adherentes de la síntesis neoclásica (muchos de los cuales son además adherentes del llamado neokeynesianismo).
Entre los supuestos de enfoque neoclásico está que el comportamiento económico surge del comportamiento agregado de individuos (u otro tipo de agentes económicos) que son racionales y tratan de maximizar su utilidad o beneficio mediante elecciones basadas en la información disponible.
Hoy en día, el enfoque de la escuela neoclásica predomina entre los economistas. Aunque existen muchas críticas a varios de los supuestos de la escuela neoclásica, frecuentemente algunos de estas críticas han sido incorporadas en nuevas versiones de la teoría neoclásica (por ejemplo, la escuela neokeynesiana está basada tanto en principios neoclásicos como keynesianos).
La economía neoclásica es el producto de varias escuelas de pensamiento en economía. No todos están de acuerdo acerca de qué se denomina la economía neoclásica, y el resultado de esto es una amplia gama de aproximaciones neoclásicas a varias áreas problemáticas y dominios; arrancando de las teorías del trabajo a teorías de los cambios demográficos.
E. Roy Weintraub expresa que la economía neoclásica se basa en tres cuestiones, sin embargo algunas ramas de la teoría neoclásica pueden tener distintas aproximaciones:
1. Las personas tienen preferencias racionales hacia los resultados que pueden ser identificados y asociados con un valor.
2. Los individuos maximizan la utilidad y las firmas maximizan la ganancia.
3. Las personas actúan independientemente en base a información completa y relevante.
HISTORIA
Los iniciadores de la escuela neoclásica fueron los marginalistas que insistieron en un análisis económico libre de historicismo y cuyo modelo matemático se asemejara más a las ciencias físicas. Esto en parte fue una demanda de rigor científico y en parte fue una reacción contra el historicismo del marxismo. Tanto el marxismo como las ideas económicas dominantes previas a la consolidación del marginalismo fue el enfoque clásico basado en las ideas de Adam Smith y de David Ricardo[2] .
ESCUELA MARGINALISTA
Los iniciadores de la escuela marginalista fueron Carl Menger, León Walras, William Stanley Jevons, Alfred Marshall y Knut Wicksell. Sus formulaciones, como todas las de la primera escuela neoclásica giran en torno al principio de utilidad marginal decreciente. Fundando el subjetivismo de la escuela austríaca, Menger se diferenció de sus contemporáneos considerando que el análisis económico debería partir del análisis de las necesidades humanas y de las leyes que determinan la utilización de los recursos disponibles para satisfacerlas. A diferencia de la escuela clásica considera que el valor de los bienes está determinado por el deseo y la necesidad, y no por el costo de producción así como tampoco la cuantía de trabajo que se haya empleado en producirlos.
SÍNTESIS NEOCLÁSICA
El marginalismo fue el enfoque dominante hasta la crítica keynesiana basada sobre todo en consideraciones de tipo macroeconómico. Aunque la crítica keynesiana sobre cuestiones macroeconómicas se consideró valioso, el enfoque marginalista seguía siendo visto como un enfoque riguroso especialmente para explicar el comportamiento microeconómico de ciertos aspectos. Es por eso que algunos autores como John Hicks trataron de construir un enfoque más amplio que sintetizara las ideas más valiosas de ambos enfoques, el resultado se conoció como "síntesis neoclásica" o "neokeynesianismo", siendo ambos nombres equivalentes aunque preferidos por unos autores o por otros en gran medida dependiendo de sus simpatías políticas.
REACCIÓN MONETARISTA
La introducción de ciertos aspectos keynesianos en la teoría, cosa que condujo a un tipo de política económica intervencionista entre 1950 y 1973 fue criticada ampliamente por un sector de los economistas neoclásicos, como George Stigler, Milton Friedman o Robert Lucas, precisamente en el período de mayor expansión económica conocido en la historia de la humanidad.[3] [4] La nueva situación que se produjo a partir de 1973 con la Crisis del petróleo de 1973 y la estanflación subsiguiente en Estados Unidos, favorecieron la crítica a las políticas neokeynesianas vigentes en el período anterior.[5] Esto ayudó al surgimiento de una corriente de la economía neoclásica conocida como monetarismo que empezó a ser influyente en algunas de las políticas económicas internacionales (macroeconómicas) especialmente a partir de 1980.


FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS EN ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y ECONOMÍA POLÍTICA: (Y III) CRITERIOS METODOLÓGICOS EN LA ECONOMÍA (Y EN LA ECONOMÍA DEL DESARROLLO, EN PARTICULAR)
http://www.elrevolucionario.org/rev.php?articulo679
Parece necesario abordar el estudio de los sistemas complejos y de sus dinámicas de largo plazo, esto es, la problemática del desarrollo, con la mente abierta a la posibilidad de enfoques alternativos –-aunque no estén formalizados, o sólo lo estén parcialmente-– que encaren la «dura realidad» despojada de «bellas mentiras matemáticas».
MATEMÁTICAS Y ECONOMÍA NEOCLÁSICA
Parece necesario abordar el estudio de la problemática del desarrollo, con la mente abierta a la posibilidad de enfoques alternativos que encaren la «dura realidad» despojada de «bellas mentiras matemáticas».
Lo planteado hasta aquí permite demostrar que el programa de investigación neoclásico que propone Krugman para la economía, y para la teoría del desarrollo en particular, no tiene bases teóricas ni empíricas sólidas. Por eso proponemos –-como muchos otros economistas «heterodoxos»–- un abordaje del estudio de la economía, y de los problemas del desarrollo, que se libere de las absurdas ataduras que imponen el obsesivo formalismo matemático y el reduccionismo metodológico individualista. Lo cual no significa desechar todo formalismo, o negar los estudios del comportamiento micro o individual. De lo que se trata es, hasta cierto punto, de encontrar una «justa proporción» de las cosas.
El uso de las matemáticas y las predicciones económicas
Subrayamos que la crítica al formalismo matemático neoclásico no debe interpretarse como rechazo al uso de las matemáticas. Las matemáticas son un instrumento útil y necesario para las ciencias sociales, y existen muchas relaciones que pueden y deben expresarse matemáticamente. Además, el empleo de las matemáticas en economía no es patrimonio exclusivo de los neoclásicos, o de los economistas defensores a ultranza del liberalismo económico; así como tampoco los heterodoxos son sus críticos impenitentes. Say y sus seguidores, defensores a ultranza del liberalismo económico, en el siglo XIX rechazaban el uso de las matemáticas en economía. Marx, crítico del sistema capitalista, trató de expresar muchas de las relaciones esenciales de su teoría en forma matemática; los esquemas de reproducción simple y ampliada, la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, la formación de los precios de producción, están formulados en términos verbales y matemáticos.
Lo que sí hay que tener presente es, en primer lugar, que el uso de las matemáticas en economía no puede evitar la discusión de los supuestos de los que se parte, ni la relación con la realidad de esas ecuaciones y fórmulas. En segundo término, que muchas veces una ecuación puede darnos una idea cualitativa de un fenómeno, pero puede no ser resoluble; o puede ser resoluble en principio, pero el teórico puede no disponer de los datos o parámetros que permitan darle valores precisos, o predecir el curso futuro de los acontecimientos. Por ejemplo, matemáticamente se puede expresar la ley que habla de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia a medida que aumenta la inversión de capital constante por obrero (según la teoría de Marx). Aquí, en primer lugar, lo importante es constatar que esto tenga su correspondencia con la realidad (la inversión de capital por obrero, ¿crece efectivamente con el desarrollo capitalista?). Y en segundo término, a partir de esta ley tendencial se puede predecir que en el sistema capitalista habrá un impulso a las crisis recurrentes. Ésta es una predicción científica, que surge de determinaciones fundamentales del sistema. Pero no son determinaciones que permitan predecir lo que va a suceder como si se tratara del mecanismo de un reloj. Cuándo estallará una crisis, cuál será su dinámica, su profundidad, las condiciones de su salida, &c., dependerán de múltiples variables que ningún sistema de ecuaciones está en condiciones de recoger. Ni siquiera existe la precisión necesaria en los datos como para hacer esas predicciones; y ninguna teoría, neoclásica o heterodoxa, está en condiciones de hacerlo. Obsérvese al respecto la actual crisis (en curso) financiera de Estados Unidos. No hay modelo económico que pueda decir, en plena crisis, cuánto caerá el producto, la inversión o el consumo, o cuáles serán las pérdidas de los bancos de aquí a tres meses (no hablemos ya de algún plazo más largo). Esto a pesar de que los ojos y las mentes de los más brillantes analistas siguen minuto a minuto el desenvolvimiento de la crisis. Más aún, ni siquiera la Reserva Federal pudo aplicar «a rajatabla» los modelos macroeconómicos de los nuevos keynesianos con los cuales, supuestamente, debería establecer de forma determinantica, matemáticamente exacta, la política monetaria. Existen ignorancias paramétricas que son insuperables; hay datos que no se conocen por la propia naturaleza de la actividad privada: ¿cuánta deuda basura emitieron bancos y financieras, por caso? O datos que llegan con retrasos; a lo que se suma la incógnita que siempre representan las reacciones de las clases y grupos sociales: ¿cómo reacciona el mercado ante un mal balance de una gran empresa? No hay modelo capaz de predecirlo.
Si esto es así, y se agregan comportamientos no lineales –-movidos por los «espíritus animales», de los que hablaba Keynes–- puede comprenderse cómo pueden surgir movimientos caóticos, esto es, que no sigan patrones regulares y predecibles.
Asimismo, si es imposible predecir en el corto plazo la evolución de una crisis, también es imposible establecer mecánicamente qué países se desarrollarán en el largo plazo, y cuáles no, a partir de algunas ecuaciones o sistemas de ecuaciones; o de algunas variables «dadas». Aquí las variables, si se quiere, son todavía más complejas e impredecibles que en los modelos macroeconómicos de corto plazo. Los comportamientos políticos, las luchas de clases, los desarrollos tecnológicos, los recursos naturales, etc., inciden de manera intrincada. Es también imposible, por todo lo que hemos explicado, pretender derivar estas cuestiones de partes simples y agentes individuales.
¿Significa esto que no hay posibilidad de ciencia?
No, en absoluto. En primer lugar porque no toda ciencia tiene por qué ser predictiva; por lo menos en un sentido determinantico y mecánico. Una ciencia puede ser en gran medida explicativa. Por ejemplo, la biología no puede predecir cómo evolucionarán las vacas de aquí a 100 años; pero esto no significa que la biología no sea una ciencia. De la misma manera la geología predice que en determinada área se producirá, con toda probabilidad, un terremoto en los próximos 100 años; pero no puede decir en qué fecha ocurrirá, ni de qué magnitud será el temblor. Y no por ello deja de ser una ciencia. De la misma manera, en las diferentes teorías económicas se pueden encontrar criterios que permitan explicar por qué algunos países se desarrollaron más o menos; qué conjunción de factores dieron tales o cuales resultados; y acercarse al estudio de escenarios posibles. En todo esto los «modelos» serán de utilidad más bien limitada; pero no por eso dejará de ser una discusión científica, que demanda rigurosidad conceptual.
Por otra parte –-y esta es una diferencia con Lawson y los poskeynesianos-– pensamos que la teoría económica puede descubrir movimientos tendenciales de largo plazo, a partir de leyes sociales, como son la ley del valor—trabajo, de la plusvalía, y la acumulación del capital. Estos movimientos tendenciales permiten prever impulsos de largo plazo; por ejemplo, a la profundización del mercado mundial, en tanto continúe existiendo el sistema capitalista. Pero jamás de estas tendencias podrán derivarse los comportamientos singulares; por ejemplo, los ritmos y formas particulares del desarrollo. Dejamos apuntada esta diferencia importante con la visión poskeynesiana, que tratamos más ampliamente en otros escritos [véase, por ejemplo, Astarita 2006].
¿Ideas falsas con formalizaciones exactas, o viceversa?
Por otra parte es equivocada la noción (la vimos en Krugman, y es una constante en los neoclásicos) de que es preferible tener formulada matemáticamente una idea falsa, que expresar una idea correcta, aunque no se pueda expresar con una ecuación. Que alguien diga en ecuaciones matemáticas que el Holocausto no existió, no está más cerca de la verdad que el que afirma que el Holocausto sí existió, aunque no lo pueda expresar matemáticamente. El primer criterio de verdad es la concordancia con la práctica y la realidad; no la coherencia matemática de la formulación.
Las matemáticas y la coherencia interna
Con todas las mediaciones y prevenciones que hemos señalado, es necesario subrayar que las matemáticas juegan un rol en las discusiones sobre la coherencia lógica de los planteos. En este respecto es notable que los teóricos neoclásicos, que insisten en que el uso de las matemáticas permite rigurosidad y evita fallas lógicas, dejen desatendidas críticas lógicas esenciales a los fundamentos de su propia teoría. Para verlo, volvamos a la crítica tradicional de Cambridge de la teoría neoclásica del capital. Esta crítica no se limitó a señalar que los supuestos neoclásicos estaban reñidos con la realidad, sino también demostró que la teoría del capital tiene incoherencias internas. Sin embargo han pasado los años, y a pesar de las protestas neoclásicas de «rigurosidad teórica», la cuestión sigue sin solucionarse. Así es que la función de producción, pilar de la teoría del capital, se sigue enseñando en los cursos como si fuera «la cosa más normal del mundo».
Dado que aquí tenemos un ejemplo de cómo las matemáticas pueden utilizarse para evidenciar errores lógicos, presentemos una demostración sencilla de cómo la concepción neoclásica del capital es incoherente. [1]
Siendo y = producto por obrero; k = capital por obrero; r = tasa de interés, o rendimiento del capital; w = salario; y = f (k) (función de producción de rendimientos decrecientes, derivable), tenemos:
y = r k + w
Derivando, tenemos:
dy = r dk + k dr + dw
Dado que r es igual a la productividad marginal del capital, debe ser:
r = dy/dk
Por lo cual debe ser k = – dr/dw (1)
Pero por otra parte sabemos que r = (y – w)/k
Por lo cual debe ser k = (y – w)/r (2)
De manera que tenemos dos definiciones de k, dadas por (1) y (2) que sólo coinciden en el caso –-que no existe en el capitalismo-– en que las composiciones de capital de todas las ramas de la economía fueran iguales (demostrado por Samuelson). En todos los demás casos, (1) y (2) nos dan distintas definiciones de capital.
Agreguemos que la función de producción neoclásica está en la base de la microeconomía y la macro, y de los modelos de crecimiento. Krugman (1997) reconoce que se trata de uno de los fundamentos de la teoría económica que no logra explicar las diferencias en el desarrollo entre los países.
Puede advertirse entonces que las matemáticas, en este caso, ponen en evidencia fallas lógicas importantes. Pero también es necesario aclarar que en sí misma no es suficiente; debe combinarse siempre con la discusión conceptual. Por ejemplo, en este caso, lo que revela la incoherencia lógica es la ausencia de una noción de qué es «capital», y del origen de la ganancia.
En definitiva, la investigación científica avanza por la indagación y constatación empírica, combinada con la discusión conceptual, y la formalización matemática (cuando es posible y necesaria), como herramienta auxiliar. Se trata de una totalidad que no puede prescindir de ninguno de sus momentos.
Holismo «moderado»
De la afirmación de que el todo es más que las partes no debería derivarse que las partes no existen, o no tienen importancia. Este último es el planteo de Durkheim, que podríamos llamar un holismo absoluto. Para Durkheim los hechos sociales son exteriores al individuo, y no tienen base en éste, sino en la sociedad. El hecho social «tiene una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales» [Durkheim (1986) p. 46]. Ésta sería la postura completamente opuesta a la del individualismo metodológico neoclásico.
En cambio el holismo «moderado» que defendemos no anula al individuo, pero sostiene que los individuos son, antes que nada, seres sociales. Robinson Crusoe no existe en cuanto ente a—social, o previo a lo social. El náufrago de la novela de Defoe, por más aislado que estuviera en su isla, era un producto de la sociedad inglesa de su tiempo, y no podía dejar de serlo. Siguiendo a Hegel, Westphal señala con acierto:
Los individuos son, fundamentalmente, practicantes sociales. Todo lo que una persona hace, dice, o piensa, está formado en el contexto de prácticas sociales que proveen los recursos materiales y conceptuales, los objetos de deseo, las habilidades, procedimientos, técnicas y ocasiones y oportunidades para la acción, etcétera. [Westphal (2003) p. 107].
Pero esto no anula al individuo, ya que así como no existen individuos sin prácticas sociales, viceversa, no hay prácticas sociales sin individuos que aprenden, participan en ellas, perpetúan o modifican esas prácticas sociales para satisfacer necesidades, aspiraciones y circunstancias cambiantes (ídem). Por eso se puede decir que el todo es más que la suma de las partes; que el todo determina la naturaleza de las partes; que las partes no pueden ser consideradas en aislamiento del todo; y que las partes están dinámicamente interrelacionadas (ídem, p. 111). Por ejemplo, el comportamiento del ejército es más que la suma de los soldados. La actitud del soldado, en cuanto tal, está determinada por el todo, el ejército; de manera que sus disposiciones, psicología, actitud, &c., no pueden ser consideradas en aislamiento con respecto al ejército. Y los soldados, o las partes del ejército (batallones, &c.) están dinámicamente interrelacionadas. Todo lo cual no implica pensar que el todo sea una realidad trascendente, que exista por fuera de las partes (el ejército no existe por fuera de los soldados que lo componen), como podría desprenderse del planteo de Durkheim.
Esta noción nos lleva a la idea de totalidad concreta –-de Hegel, también compartida por Marx-– que es la idea de que existe una interrelación entre los singulares (por ejemplo, los soldados); los particulares (escuadrones, batallones) y el universal (el ejército, en nuestro caso). Cada una de las instancias media a las otras, y es mediada por ellas. El ejército es el «universal», o sea, el medio en el que existen los particulares y los singulares, y que los abarca y determina en su naturaleza; pero a la vez el todo no existe como una totalidad abstracta, vacía. Sólo existe a través de las interacciones mutuas y evoluciones de los singulares y particulares. Esta es entonces una concepción más rica y compleja que la que propone el reduccionismo, o el derivacionismo individualista.
Complejidad, dialéctica y desarrollo económico
El estudio de la emergencia de sistemas complejos, de totalidades «concretas», lleva a una revalorización de la concepción dialéctica. Como plantea Rosser (2000), lo que está en discusión es la existencia de transformaciones sistémicas de la economía política que implican cambios cualitativos –-y por eso mismo no pueden captarse con el reduccionismo-–. La teoría del caos, las teorías de los modelos dinámicos emergentes complejos, donde entran en juego dinámicas no lineales, permiten una formalización matemática del cambio cuantitativo que lleva a cambios cualitativos. En un modelo lineal, los cambios continuos en las variables no llevan a cambios discontinuos de los resultados. Pero en los órdenes emergentes complejos, pasados ciertos umbrales se producen bifurcaciones y emergen nuevas realidades, cualitativamente distintas de las anteriores. Estos «saltos» son los que están implicados cuando se desata una crisis, por ejemplo, y la economía entra en estado de «turbulencia», y evoluciona hacia estados caóticos. O comienza a oscilar fuertemente en torno a «atractores», como pueden ser situaciones de alto desempleo y caída del producto, &c.
Lo importante es que las investigaciones sobre las dinámicas complejas que no evolucionan espontáneamente hacia un punto de equilibrio, abren nuevas perspectivas al economista. El libro de Krugman que comentamos en la segunda parte del artículo refleja esta situación. Se trata de enfoques que surgieron a partir del trabajo con modelos no lineales, y de la conciencia de que el reduccionismo neoclásico está llevando a demasiados callejones sin salida. En particular, hay tres centros a nivel mundial en que se está trabajando en este respecto: el Santa Fe Institute, en Nueva México, EUA, que fue promovido inicialmente por el Citibank; el instituto de la Free University, en Bruselas, que se ubica en la corriente de Ilya Prigogine; y el de la Stuttgart University. Algunos de estos trabajos reducen lo complejo a las interacciones entre agentes, sin un controlador global. Pero otros abordan la cuestión de las totalidades complejas, con sus jerarquías entrelazadas; los aprendizajes adaptativos, la evolución, el surgimiento de lo nuevo y las dinámicas por fuera del equilibrio. Se puede estudiar de esta manera la evolución tecnológica dependiente de senderos históricos y sociales; la aparición de discontinuidades como crisis o crashes de burbujas especulativas, o el colapso de sistemas enteros.
Lo más importante, en nuestra opinión, es que en lo que respecta a los estudios sobre el desarrollo (y la economía en general) algunos comienzan a admitir que la complejidad implica la existencia de múltiples estructuras en la economía, con intrincadas interrelaciones. Tal vez muchas de estas cuestiones no se puedan formalizar; o tal vez sólo se puedan reflejar con algunas pocas ecuaciones que permitan análisis cualitativos. Pero es posible que el progreso de los estudios sobre desarrollo dependa de la disposición de los investigadores a encarar estas cuestiones. En particular el marxismo –-que históricamente abogó por una concepción social y crítica de la economía, concebida como totalidad compleja-– podría verse muy enriquecido con estos estudios.
A modo de conclusión, «economía seria» y selección darwinista
Además de «abrir las mentes» a estas nuevas perspectivas, con este trabajo queremos poner bajo serio cuestionamiento la idea de Krugman de que la única «economía seria» es la que sigue los preceptos metodológicos de la formalización matemática a toda costa, y el derivacionismo individualista. Como vimos, no hay bases epistemológicas para sostener tal cosa. La riqueza del concepto sólo se va a desplegar si abandona el callejón sin salida que propone este programa neoclásico.
Por eso también queremos poner en cuestionamiento la tesis de la superioridad neoclásica que se inculca en los estudiantes de economía desde los primeros cursos. En particular, la idea de que si la teoría neoclásica hoy es la predominante, ello se debería a que ocurrió un proceso de selección natural entre las diferentes teorías en disputa. Una idea que encontramos en Blanchard y Pérez Enrri:
La macroeconomía es… el resultado de un proceso continuo de construcción, interacción de las ideas y de los hechos. Lo que hoy creen los macroeconomistas es el resultado de un proceso evolutivo en el que han eliminado las ideas que han fracasado y han conservado las que parecen explicar bien la realidad [Blanchard y Pérez Enrri (2000) p. 2].
Tenemos aquí darwinismo epistemológico en estado puro. Blanchard y Pérez Enrri, por supuesto, no aportan dato alguno sobre en qué lugar existió alguna interacción real de ideas entre neoclásicos y las múltiples corrientes heterodoxas y críticas. No pueden hacerlo por la sencilla razón de que, sistemáticamente, los neoclásicos no responden a sus críticos. Y pasan por alto las múltiples manifestaciones, surgidas incluso del propio campo neoclásico, sobre cómo los modelos macroeconómicos (y otros, como los de crecimiento; para no hablar de la teoría del equilibrio general) no logran explicar los hechos más sencillos de la realidad.
Pero además, y fundamentalmente, su explicación darwinista adolece de un defecto esencial: no explica por qué la selección natural de teorías ocurrió en base al criterio «explicar la realidad», cuando existen tantos autores neoclásicos que están reconociendo que su teoría no explica la realidad.
Por eso es muy plausible pensar la hipótesis de que –-dado que vivimos en una sociedad dividida en clases sociales-–, la teoría neoclásica ha prevalecido por la sencilla razón de que se ha convertido en una apología del estado de cosas existentes. Cuestiones que están en la base del edificio neoclásico, como el individualismo metodológico, la teoría del capital y la función de producción, los agentes optimizadores, la teoría marginal de distribución de la renta, &c., se han demostrado con fundamentos lógicos y empíricos inexistentes, o simplemente ficticios. Sin embargo se siguen manteniendo «contra viento y marea». Es posible entonces que haya ocurrido ese proceso darwinista del que hablan Blanchard y Pérez Enrri. Pero todo induce a pensar que se trató de una selección «social» con una fuerte determinación de clase. La teoría neoclásica prevaleció, según nuestra hipótesis darwinista, porque es la que mejor se adaptó a las necesidades de legitimación del régimen de explotación del trabajo asalariado.
Por lo argumentado, parece necesario abordar el estudio de los sistemas complejos y de sus dinámicas de largo plazo, esto es, la problemática del desarrollo, con la mente abierta a la posibilidad de enfoques alternativos –aunque no estén formalizados, o sólo lo estén parcialmente– que encaren la «dura realidad» despojada de «bellas mentiras matemáticas».

No hay comentarios:

Publicar un comentario